De la mano de Cris Morena fue una chica "Casi Ángels" (Telefe). Después, protagonizó "SuperTopre", la serie para niños creada por Tomás Yankelevich, que se emitió por Diseny Channel y Telefe. Ahora, en "Vecinos en Guerra" (Telefe), Candela Vetrano es Paloma, la hija adolescente de Rafael (Diego Torres) y Mecha (Eleonora Wexler). Anoche, Candela se lució en una escena compartida con Diego Torres. Fue uno de esos momentos en los que la comedia toma distancia del humor y mete el dedo en una llaga de estos tiempos.
Lo desarmó con el arma más letal: una buena pregunta. Paloma le preguntó a su padre si él podía imaginar la vergüenza que siente una hija al ver a su papá en un boliche "haciéndose el canchero y chapándose a una mina". De una pieza se quedó Rafael al escuchar que Paloma lo había visto besándose con Carolina (Marcela Kloosterboer), la jovencita que con malas artes, logró acostarse con él y que pinta como una fiel discípula de Glenn Close en "Atracción fatal".
Anoche, a "Vecinos en guerra" le bastó esa escena bien actuada para poner sobre el tapete una de las tantas dificultades de esta era turbulenta: fruto del deseo de los adultos de emular a los adolescentes, padre e hijos terminan hablando con el mismo léxico, usando la misma ropa, bailando en los mismos boliches y tropezando con las mismas piedras. El guión obligó a Candela Vetrano a dar un salto: el conflicto de Paloma -sermoneada por un padre al que le saca la careta- nada tiene que ver con las heroínas románticas y pícaras que había interpretado hasta ahora. Puesta a actuar para el público adulto, Vetrano salió ariosa. Y en el capítulo de hoy, irá por más, porque Paloma estará entre la espada y la pared: ¿Debe o no contarle a su madre que pescó a su padre en una infidelidad?
"Vecinos en guerra" demostró ayer que además de divertirnos, una buena comedia puede hacernos reflexionar un rato. A mí, el conflicto de Paloma me hizo pensar en la otra cara de la relación entre padres e hijos. Hasta el cansancio se habla de lo difícil que es ser padres de adolescentes en el siglo XXI. ¿Alguien les habrá preguntado a los adolescentes si acaso les resulta sencillo ser hijo de padres ultramodernos?
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